Sazona los filetes de pollo con sal y pimienta por ambos lados y resérvalos.
En una sartén, derrite la mantequilla a fuego medio. Una vez derretida, añade la harina y mezcla bien durante un par de minutos hasta formar una pasta. El truco está en no dejar que se queme.
Añade la leche poco a poco, sin dejar de remover, hasta que la mezcla se vuelva una bechamel suave y sin grumos. Sazona con un poco de sal, pimienta y nuez moscada si te gusta. Cocina a fuego bajo durante unos 5 minutos más y luego deja que se enfríe un poco.
Cubre cada filete de pollo con una capa generosa de bechamel, asegurándote de que quede bien envuelto. Coloca los filetes en una bandeja y mételos en la nevera durante al menos 30 minutos. Esto ayuda a que la bechamel se adhiera bien y facilite el empanado.
Prepara dos platos: uno con los huevos batidos y otro con pan rallado. Saca los filetes de la nevera y pásalos primero por el huevo batido y luego por el pan rallado, cubriendo bien cada filete.
Calienta suficiente aceite en una sartén y fríe los filetes empanados a fuego medio-alto hasta que estén dorados y crujientes por fuera. Esto suele tardar unos 3-4 minutos por cada lado.
Coloca los filetes sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite y sírvelos calientes, acompañados de una ensalada fresca o papas fritas.